Vox, las falsas derechas
y los falsos librepensadores
Si una cosa buena nos ha traído la irrupción de Alvise es la constatación definitiva de que Vox adolece de los mismos tics partitocráticos que el resto de partidos/redes clientelares que pueblan esa charca llamada “orden constitucional” que sodomiza a España desde hace casi cuarenta y seis años.
Cuando digo “Vox” me refiero en especial a toda esa galaxia de aguerridos defensores de las libertades y de la disidencia que pululan como moscas sobre el tarro de la miel abascalia los cuales llevan mucho tiempo soltando peroratas sobre lo malo que es el Régimen del 78 y las canalladas a las que somete a los pobres voxeros con sus berridos recurrentes de “¡populistas, mamarrachos, extremistas, payasos!”. Ha sido irrumpir -enésima decantación de la ya mencionada charca constitucional- el fenómeno alvisiano y caer dichos defensores Vocis como viejas plañideras histéricas a los pies de ese nuevo idolillo de masas pretendiendo arañar, con sus lamentos e insultos políticamente constitucionales, la base de esa estatua, última incorporación a la galería de los horrores setentayochesca.
Quizá, con algo más de tino, los políticos profesionales del partido, viendo venir la debacle y la evolución sostenida hacia los infiernos rosaupedianos-ciudadánicos-y-podemoides han optado por un perfil más bajo a la hora de dirigirse a Alvise y sus fiesteros y no han querido alimentar la dolida hoguera de las vanidades voxísticas con más insultos y cortesano desdén. Veo aquí puro cálculo y no una lectura adulta y crítica de lo que sucede con Vox desde hace ya años, en la línea del resto de partidos del Régimen que hacen gala de no querer entender las dinámicas sociales que se agitan allá afuera, en el lejano (para ellos) mundo real.
Y esta reflexión nos lleva al meollo de la crónica desdentada de hoy, estimados lectores, ya que Vox está pagando muy, muy caro su error existencial por el que ha demostrado ser otra falsa derecha soberanista más como tantas que pululan en el Gran Charca Europea donde destaca con luz propia Giorgia Meloni en Italia y, no temo equivocarme, la Le Pen en Francia. Vox debió ser un gran movimiento nacional de repulsa al statu-quo del 78, una enmienda a la totalidad que llevó a la Nación al nadir del 1 de octubre de 2017 -abro inciso: ¿qué pensará el que hace de Rey sobre su discurso del 3 de octubre?, ¿qué pensará cuando está solo en su cama antes de apagar la lámpara de la mesita de noche, ahora que ha refrendado la mayor traición de la historia contemporánea desde que su antepasado Carlos IV abrió las puertas de par en par a los invasores napoleónicos?- y usar esa justa ira para poner en tela de juicio la enorme farsa, la pavorosa mentira de la situación y fomentar la destrucción de dicho Régimen. En vez de eso se ha convertido en otro partido más, en otra Vox del coro setentayochesco con sus mismos tics y su misma deformidad pseudo-política. Me atrevería a decir que Vox ha adoptado la peor forma que puede tener un actor político en nuestro Régimen: la de partidillo-sostén de ese monstruo bifronte que es el Partido Socialista Popular el cual devora, una tras otras, a todas esas criaturas que sólo sirven para apuntalarlo. En definitiva, Vox será otro experimento-kleenex que, cuando la estación del moco y las flemas haya pasado, se irá directo a la papelera de la historia.
A la falsedad manifiesta de Vox, no obstante, debemos añadirle otra, ya apuntada en el título la crónica: la de los (falsos) librepensadores que, mientras no han visto seriamente amenazado el espacio de Vox, se las han dado de críticos feroces del “Sistema” pero que en cuanto ha aparecido un nuevo “outsider” han puesto el grito en el cielo. La postura de estos voxeros-por-encima-de-la-política es especialmente enervante porque demuestran una profunda deshonestidad intelectual, mucho mayor que la de los políticos “profesionales”, que ya sabemos de qué pie calzan, al presentarse como críticos de un Sistema cuando a la hora de la verdad adolecen del vulgar seguidismo partidista y burocratizante que tan bien caracteriza a los altavoces sistémicos.
El 78 es un Todo, es un Mundo-Cerrado del que no podemos salvar aquello que nos interesa en una muestra de pequeño-ideologismo que lo único que hace es mantener los fundamentos de ese edificio. Vox ya está dentro de él y, por tanto, forma parte del problema. Pensar libremente es desprenderse de cualquier atadura partitocrática. De cualquiera.