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Babeando por un Nuevo Somme

Image by British Library

A principios de siglo XX hubo una generación de viejos decrépitos, molicie pura decantada en el largo siglo XIX, que llevó a toda Europa a la guerra más salvaje y sangrienta que el hombre hubiera conocido hasta la fecha: la Primera Guerra Mundial, de la cual la Batalla del Somme de 1916 se convirtió en el símbolo supremo del horror y su carnicería.

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Pues bien, nos encontramos, cien años después, en manos de otra generación de viejos decrépitos, molicie pura del siglo XX post 1945, eructos de Mayo del 68 y su furor atiliano (de Atila, por si tenían dudas) que sueña con llevarnos a un nuevo desastre de dimensiones apocalípticas en un remedo nuclear de aquel “Après moi, le déluge” que se atribuye a Luis XV de Francia, el cual bien podría llevar el sobrenombre de “El Protoboomer” por su actitud de profundo desprecio respecto a las generaciones que habrían de seguirle.

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Nuestros Señores, una gerontocracia oligárquica y plutocrática -disculpen la retahíla conceptual, engorrosa pero muy necesaria- babean ante la mera posibilidad de enviar a los campos de batalla a los jóvenes Y las jóvenes en una especie de holocausto sacrificial inclusivo y muy respetuoso de la libertad de género ante esos nuevos dioses que han calificado, con regularidad digna de berrea, como los “valores europeos”. Estos viejos decrépitos esperan que toda una generación, la de los jóvenes nacidos a fines del siglo XX y principios del actual vayan a morir como carnaza para defender un Régimen que les ha destrozado la vida, la mente, el corazón y sus sueños como pocas veces ha acontecido en la historia. Mientras escribo esta crónica -de un mundo imposible, por desgracia- queda por ver si llegado el momento la juventud europea acatará órdenes. Debo decir, muy a mi pesar, que visto lo visto desde 2020 y la implantación de la Edad Covidiana tengo mis serias dudas sobre el grado de resistencia y desacatamiento ante unos “gobiernos” claramente tiránicos y por ello carentes de la menor legitimidad aunque por otro lado, ¿cómo vender las bondades de un discurso belicista cargado de violencia explícita cuando llevan décadas desarmando, en todos los aspectos posibles, a la población? Estamos, aquí también, ante otro Giro Narrativo de consecuencias imprevisibles que, en cualquier caso, apunta a un escenario espeluznante. Hemos llegado a escuchar -rueda de molino sin parangón- las “bondades” de ataques nucleares selectivos: después de esto pienso que hemos cruzado todas las líneas rojas.

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A más de un siglo de aquella contienda monstruosa que supuso el fin definitivo de Europa como fuerza civilizatoria y cultural (aunque esto lo hemos empezado a entender sólo en el siglo XXI, tan fuerte era la inercia de la potencia europea) asistimos con horror y todavía cierta incredulidad a la repetición de la dinámica pre-bélica que condujo a 1914. La escalada belicista en los discursos de los testaferros bruselenses, en especial desde fines de 2023 y en lo que llevamos de 2024, apunta a un “escenario Sarajevo” y a un “momento Francisco Fernando” que supongan el detonante de la guerra abierta que tanto ansían en los despachos de planta noble de Londres y Washington y que alientan -previo pago- las cancillerías de la UE.

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El año 2022 supuso para muchos de nosotros una cruel epifanía por la que entendimos, ya sin la menor duda, que los gobiernos de la UE eran meros títeres del Imperio Anglosajón y que no sólo no iban a hacer nada por remediarlo sino que, al contrario, actuarían en consonancia con los intereses anglosajones en detrimento de los propios. A este respecto el episodio del Nord-Stream 2 disipó todo interrogante.

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Los europeos, esas masas de desdentados y deplorables, nos encontramos inmersos en una corriente que no queremos ni hemos provocado y que parece llevarnos a un Nuevo Somme donde queden sepultados los últimos jirones de un mundo que, allá por 1914, otra generación de oligarcas ciegos y sedientos de poder decidió que era perfectamente prescindible.

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Entonces se apagaron las luces de Europa. Ahora corremos el riesgo de que sea todo el mundo el que se hunda en una oscuridad definitiva.

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