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¡Bienvenidos, desdentados y deplorables del mundo!

Inicio hoy mi blog “Los desdentados y deplorables. Crónicas de un mundo imposible” dándoles a todos ustedes la más cálida de las bienvenidas. Es de rigor empezar así, pues seremos una “cesta” de deplorables inmundos pero somos personas educadas y civiles, mucho más civiles que aquéllos que lanzaron esos insultos hacia todos nosotros. Sí, querido lector, usted y yo pertenecemos al que con probabilidad sea el mayor club del mundo, un club con una política de admisión cuanto menos laxa, ya que, vistos desde la atalaya de los Hollande y las Hillary somos una masa informe, somos una grosera multitud de individuos que andan por la vida muy desdentada y deplorablemente.


El embrión de este blog nació en mi cuenta de Twitter hace casi dos años como una colección de hilos. Lo que sucede, no obstante, con los hilos de Twitter es que suelen acabar muy deshilachados y se pierden en ese océano interminable como pecios que no verán de nuevo la luz del sol. Así pues decidí darles mayor estructura -y perdurabilidad- creando este blog que espero resulte de su agrado. Me he marcado como objetivo escribir una crónica semanal. Sea la constancia mi guía en este viaje que ahora empieza.


El título del blog nace de la unión de dos (des)calificativos que pronunciaron en su día el entonces presidente de la República francesa François Hollande (según relató su expareja en un libro de memorias) y la (fallida, gracias a Dios) candidata Hillary Clinton en la campaña electoral de 2016. La conjunción -no diremos astral à la socialiste- de ambos conceptos resume, en mi opinión, el estado mental de las élites de este mundo nuestro, un mundo que ya nos parece imposible, como señalo en el subtítulo del blog, por demente y que sin embargo es aterradoramente real y tangible. “Desdentados y deplorables”: así es cómo nos ven los poderosos de nuestra época, época que se regodea en la defensa de las democracias y democosas en un frenesí continuo digno del más alto cortejo de plañideras y que, una vez apagados los focos (la intimidad hollandista) o por un divino lapsus mentis (la clintoniana verborrea), se revela con toda la crudeza que puede albergar la verdad.


Conviene que sepamos esta verdad, por desagradable que parezca de forma que entendamos este mundo imposible que nos ha sido impuesto desde arriba. Arriba y abajo. Abajo y arriba. He ahí el mapa del territorio en el que debemos movernos. Hasta 1989 el eje político discurría a derecha e izquierda. Después de esa fecha, tan importante para la historia, cambia por completo el eje de las coordenadas y la batalla ideológica se desarrolla en sentido vertical: arriba y abajo. Si no entendemos dicho cambio, se nos escapa una correcta lectura de la realidad. Una lectura que debemos reivindicar, con la cabeza bien alta, como desdentada y deplorable. Una lectura que Nuestros Señores (concepto que aparecerá recurrentemente en estas crónicas) tildan siempre de populista lo cual es muy cierto, pero no en el sentido que ellos piensan.


Nosotros, queridos desdentados y deplorables, somos el Pueblo. Somos EL pueblo. Y aunque han querido expulsarnos de la plaza de NUESTRO pueblo, nos aferramos a sus piedras con uñas y (pocos) dientes, pero ahí estamos, defendiendo nuestro lugar bajo el sol.


Porque somos más, y somos más decentes y más personas que la mayoría de los que observan el mundo desde una distancia tan grande que empieza a darse una auténtica brecha antropológica entre ellos y nosotros. Porque nosotros seguimos siendo hombres y humanos y fluye sangre por nuestras venas, cansadas quizá, pero sangre al fin y al cabo y no una pesadilla de metal y algoritmo como sueñan, maléficamente, esas pobres almas atormentadas que dibujan agendas en despachos sombríos y montañas lejanas.


Así pues, reitero la bienvenida a todos los deplorables y desdentados del mundo que intuyen que algo se ha quebrado en el mismo corazón de nuestro tiempo y buscan palabras y consuelo en esta hora oscura donde se libra la batalla más crucial que vieran los siglos.


Porque como ya he dejado escrito antes, hay guerras justas. Guerras que merecen ser libradas y victorias que debemos buscar con todas nuestras fuerzas porque la derrota no será sólo una derrota. Será el fin, será el olvido de nuestro propio nombre.


Nunca. No. Somos los deplorables y desdentados, somos la sal de la tierra, somos hombres libres.

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