Usted debe callarse.
Éste bien podría ser el Primer Mandamiento Deplorable que Nuestros Señores gravarían a fuego sobre tabla de piedra y repetirían, con la insistencia del mantra, sus numerosos sirvientes mediáticos, académicos e intelectuales. En la repetición se fundamenta buena parte de su éxito.
Usted debe callarse. Usted debe callarse. Hasta que, al fin, ese mensaje, de cadencia para-religiosa, perforase los cerebros y se aposentase como pesado polvo sobre las consciencias de esa masa de desheredados y desdentados. Después, un silencio crónico que lleva a una ciega obediencia, pues los callados no alzan la voz, ni se quejan, ni protestan. Se callan, que es su sitio existencial.
La crónica de hoy quiere hablar de y dar voz a uno de esos silencios que nos atenazan a nosotros, los deplorables. En este caso muy particular, a los deplorables que habitamos este rincón del mundo -imposible, como subtitulo este blog- que es la Europa occidental donde desde 1945 dio inicio -muy tímidamente al principio, como torrente después- ese proceso de inmigración que Nuestros Señores velaron bajo el concepto de “multiculturalismo”.
Antes de proseguir, una nota aclaratoria: los desdentados y deplorables se dan en todo el mundo, como ya comenté en la anterior crónica. Es un fenómeno global pero que tiene sus diferencias en función de dónde se encuentre uno. Cada área geográfica tiene su propio perfil de deplorables y hoy me centraré en el deplorable autóctono europeo, lo que podríamos llamar también el “ciudadano común” y que tanta, tanta alergia les causa a Nuestros Señores (que, no olvidemos este hecho, son en su inmensa mayoría europeos o de clara ascendencia europea, factor que Ellos se cuidan muy mucho de ocultar con enorme celo, pero eso lo dejaremos para otra crónica).
Retomando pues el hilo y esperando que me haya disculpado, amable lector, decía que hoy daré voz a un silencio cada vez menos silencioso y sí más incómodo. El silencio que rodea la convivencia del deplorable europeo con los llegados de otros continentes del planeta, muy en especial de África y Asia. Eso que, insisto, dieron Ellos en definir como “multiculturalismo” y que ha demostrado ser una enorme falacia. Una idea-basura como he dado en calificarla.
Dado que el desdentado nativo ha sido aleccionado para mantenerse callado ante todo aquello que pudiera no ser de su agrado este problema, como todos los problemas que le conciernen, no existe para los creadores de opinión pública, que no dejan de ser unas pobres gentes genuflexas y acabadas, deontológicamente hablando. Pero el problema existe, el problema se vive en las calles y plazas de las ciudades europeas y el problema lo sufren, en primerísima instancia, los más deplorables de los deplorables, aquellos que han debido encajar el hecho de que sus barrios se han convertido en guetos. Y, créanme, cuando un barrio se convierte en un gueto el multiculturalismo le da un bofetón a uno en toda la cara, dejando de ser un concepto académico para vivirse en su muy complicada cotidianeidad.
Como todo lo que tiene que ver con los desdentados, su realidad, sus asuntos, carecen del menor valor si además chocan contra el discurso oficial. Y vaya sí choca lo que venimos describiendo en esta crónica con las proclamas que se lanzan como flores desde los despachos oficiales y que son en verdad misiles cargados de dolor y mentira. Nuestros deplorables deberían asumir una horrible verdad y es que sus calles y plazas ya no les pertenecen, en el sentido de pertenencia de los espacios comunes, de los espacios de convivencia pues así lo han decidido desde las altas instancias. Es un sacrificio, otro más, que deben hacer en nombre de esa idea-basura del Multiculturalismo que exige, voraz y ciego cual falso dios, que se le entregue toda la herencia de unas sociedades cuyos dirigentes ha decidido que no sólo no tiene valor alguno sino que es algo malo, un obstáculo en su monstruosa carrera hacia el abismo.
Así pues, se desvanece el orden y la vida civilizada que aquél trae y nuestras plazas y calles pierden su memoria y su sentido, pasando a ser meras vías de tránsito, tránsito acongojado y lleno de terrores, un nuevo campo de batalla en el corazón de nuestro mundo.
Pero no hablen, no digan nada, no mencionen siquiera el asunto. Ustedes deben callarse y seguir andando con la cabeza gacha esperando que no les roben o les den una paliza, no vaya a ser que se ofenda ese falso dios, idolillo de gentes sin piedad.
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