El Orden que nació de la Segunda Guerra Mundial se está viniendo abajo por completo y a una velocidad mucho mayor de la que podríamos haber imaginado hace tan sólo diez años.
De las cenizas aún ardientes que ascendían a los cielos de Hiroshima y Nagasaki como un cortejo de fantasmas nucleares surgió el mundo en el que a día de hoy, en esta recta final del Año del Señor de 2023, todavía vivimos. Sin embargo, todos los indicios apuntan a que este mundo está viviendo sus últimos coletazos y afirmo esto con seguridad después de lo que hemos visto estos días pasados en relación al conflicto palestino-israelí, pero sobre todo a la reacción de los Estados Unidos y por reflejo diríamos proconsular de Israel.
Como hegemón del mundo posterior a 1945 los Estados Unidos han regido los destinos de incontables naciones y pueblos a lo largo de estos casi ochenta años pero el objeto que explica su posición de incontestable dominio, el eje axial de su política exterior -que es, de hecho, la única política en sentido profundo que tiene cualquier imperio- ha sido Israel porque la existencia de Israel es un recordatorio material, simbólico y político de la primacía estadounidense en el Orden que contribuyó a crear desde 1945. Digo esto porque sostener a Israel en las condiciones en que lo ha hecho la potencia norteamericana desde 1948 hasta hoy, 2023, demuestra un rango de poder incontestable ya que este aliado predilecto es un verdadero golpe sobre la mesa del Próximo Oriente mayoritariamente musulmán y epicentro petrolífero mundial. La alianza forjada contra viento y marea entre los Estados Unidos e Israel ha sido el pináculo dorado del Imperio SegundaGuerraMundial, como escribo en el título de la crónica a modo de adjetivo (de ahí la libertad estilística de escribirlo todo junto, parafraseando al Imperio romano de la obra de Edward Gibbon quien me ha servido de inspiración para titular esta crónica), ambos países -sus élites en especial, atravesadas de un compartido mesianismo protestante-sionista- han ligado indefectiblemente sus destinos y por ello no veremos un distanciamiento real entre ambos, más allá de palabrería barata y algún deje mercadotécnico. Cuando caigan los Estados Unidos, caerá Israel, cosa que saben muy bien sus más acérrimos sostenedores. Es por este motivo que lo acaecido desde los ataques terroristas de Hamás en Gaza me hacen pensar, con fundamento de causa, en un declive ya del todo inexorable del poderío estadounidense que hace que 2023 pueda pasar a los anales de la Historia como el “476” del actual Imperio (que por cierto no califico como de “americano” por el papel fundamental que ha desempeñado y desempeña Gran Bretaña que no ha cesado jamás de tener una especie de duunvirato con su antigua colonia, situación que, con el proverbial disimulo anglosajón, han dado nl calificar de “special relationship” porque llamarlo “British-American Empire” a la manera austrohúngara habría dejado todas las cartas sobre la mesa). Esta suposición se basa en un hecho muy concreto: tras el ultimátum de 24 horas dado por el gobierno israelí para que más de un millón de palestinos abandonaran el norte de Gaza ante una operación terrestre “inminente” este hecho no ha sucedido. Han pasado días, días, y la tan publicitada operación terrestre no ha tenido lugar. Podría parecer un tema “menor” -dicho esto con todas las salvedadess posibles, entiéndanme- pero no lo veo así en absoluto. ¿Por qué? Pues porque no cumpliendo su propia orden Israel ha dejado en evidencia la profundísima debilidad de su mentor y protector, los Estados Unidos, puesto que, por primera vez en la historia de este conflicto el hegemón se ha mostrado claramente dubitativo, lo que significa que por primera vez también podemos observar enormes grietas abriéndose en ese muro, hasta ahora sólido. Sin la autorización explícita de los Estados Unidos Israel no dará un paso así -que les lleva al abismo- y, dado el tiempo transcurrido y lo sucedido desde entonces, todo indica que no se llevará a cabo, o no en las condiciones publicitadas al inicio.
Este episodio histórico, queridos deplorables, marca en mi opinión un antes y un después en la historia de nuestro mundo post1945. Nos encontramos ante el declive del centro imperial que abre uno de esos peligrosísimos impasses en la historia donde los vacíos de poder son objeto de las contiendas más despiadadas. ¿Habremos cruzado ya el Rubicón?
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