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El Orden Liberal













¿Qué otra cosa sino abordar el Orden Liberal como tema para celebrar la quincuagésima crónica de nuestro mundo imposible?


De hecho, el mundo imposible que da título a este blog se refiere al Orden Liberal, ya sin entrecomillar una vez alcanzado su estatus de realidad definitiva. Cuando lo empecé no tenía aún del todo claro el contorno de dicho “mundo” pero hoy, casi dos años después, es una certeza, irrefutable y sombría.


Lo que un día fue la Cristiandad, luego declinada en Europa, después en Occidente (lo que incluye a los continentes de América y Oceanía) hoy se degrada -otro escalón más en la pendiente- en el llamado Orden Liberal. El siglo XXI, iniciado en 1989 con la caída del Muro de Berlín, ha visto consolidarse a esta súper-estructura que, cual parásito, ha colonizado lo que un día fueron sociedades hilvanadas en torno a la cultura cristiana. Jerusalén, Atenas y Roma expulsadas de su propio nido por un cuco insaciablemente genocida.


Muy pocos han entendido el peligro existencial que encierra este nuevo modelo de poder porque se presenta como un continuador -incluso como una mejora, esto es, el tan pregonado “progreso”- del Viejo Mundo cristiano, vistiéndose con ropajes de ley y orden, de estabilidad y seguridad que calman los recelos de aquellos un poco escépticos que no entienden bien lo que está sucediendo. Hablamos aquí, sobre todo, del campo “conservador” (comillas de nuevo obligadas) que, tras un primer ademán de sorpresa y horror à la Von der Leyen, acepta gustoso todo el tinglado porque nadie dirá de ellos que son unos obtusos y pacatos. En España muy en especial el Partido Popular y todas sus redes clientelares han elevado a la categoría de sublime arte esta compostura, esta manera-de-estar-en-el-mundo, este engañabobos para mayor gloria del Orden.


Decíamos que muy pocos han captado lo que de verdad supone este nuevo ciclo llamémosle “civilizacional” porque su capacidad de travestismo es única en la historia y de ahí la enorme potencia de engaño que trae consigo. Para entender la naturaleza pérfida, viscosa, inasible del Orden Liberal debemos entender que su base ontológica se la da el Capitalismo, que es per se un sistema de una flexibilidad felina a prueba de bombas y sobre todo del Alto Capitalismo Financiero que eclosiona en los años noventa del pasado siglo una vez libre de toda atadura con la caída de la URSS. El Orden Liberal crece como una excrecencia desde ese capitalismo especulador y algorítmico que le da su rasgo más letal: el de adaptarse a cualquier circunstancia manteniendo a la vez un aura de respetabilidad al haber parasitado, como apuntaba arriba, el viejo ethos cristiano con su vastísimo legado secular de tradición, cultura y fortaleza, valores de los cuales este Orden carece por completo pero que oculta muy bien (o eso procura).


Así pues, desde hace treinta años asistimos a la erección de un modelo que, remozado el barniz que lo recubre, deja expuesto el peor totalitarismo que haya visto el hombre en su peregrinar por la tierra. Y podemos afirmar esto porque contemplamos, sobre todo en la Unión Europea, cómo a medida que pasan los años se establece un sistema cada vez más opresivo, absurdo y cruel que nos venden como un adelanto sin parangón en la democracia y los derechos del hombre, palabras extorsionadas y pisoteadas hasta la extenuación y el vómito, toda vez que la Guerra Lingüística -a la que ya dediqué otra crónica- es uno de los frentes decisivos en la imposición de dicho Orden.


Vivimos pues en un engaño permanente, consustancial al Nuevo Mundo mientras el legado cristiano es arrasado, mientras el legado romano es arrasado, mientras el legrado griego es arrasado. Sin Cruz, sin Foro, sin Ágora sólo nos queda el Falso Mercado, la Falsa Libertad, la Falsa Promesa de un adamismo inicuo cuyo objetivo último -la viejísima Sierpe oculta entre el follaje- es acabar con el Hombre como Creatura y convertirlo en mero Objeto, objeto que podrá ser deformado en manos de otros, triste arcilla sin soplo de espíritu que los apóstoles del Mal vocean como transhumanismo y demás abominaciones.


El Orden Liberal, disfraz de maléficos y trampa para incautos, busca subvertirlo todo en un aquelarre antropológico y metafísico que, de triunfar, supondría, ahora sí a lo Fukuyama, el Fin de la Historia y el Fin del Hombre. Este Ícaro estúpido debe encontrar el Sol que lo derrumbe con estrépito de trompeta y espada flamígera a lo más profundo del oceáno y quede todo como un mal sueño del que conseguimos despertar.

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