Este pasado domingo hice un descubrimiento fascinante, queridos lectores desdentados, a través del canal de Terra Ignota en Youtube. Se trata del doctor Iñaki Piñuel, psicólogo de reconocido prestigio que se ha especializado en el campo de la psicopatía y del narcisismo. De todo lo que dijo en la entrevista que le hicieron los integrantes de Terra Ignota -dos horas que pasaron como un suspiro- hubo una cosa que me llamó la atención en especial, y es de lo que quiero hablar en esta crónica.
Al hablar de la psicopatía el profesor Piñuel se expresó con rotunda claridad al señalar que dicha categoría de individuos conforma una “humanidad con asterisco” (de ahí el título que he elegido), remarcando que no los podíamos considerar humanos tal y como concebimos lo que significa ser humano. Cuando mencionó el concepto “asterisco” lo asocié al acto con lo que sucede en la lingüística, en la que, cuando una palabra viene precedida por dicho símbolo significa que la palabra es puramente hipotética: no existe la certeza de que realmente existió, y de ahí que se la señale mediante el uso del asterisco para diferenciarla de las palabras que sabemos sí existieron.
Al hablar de que el psicópata constituye un humano* el doctor Piñuel ha encontrado una manera muy gráfica y sencilla de expresar la inhumanidad consustancial, básica y ontológica de dicha tipología de personas, lo cual ofrece una lectura clave e indispensable para entender el mundo “imposible” que se está formando a nuestro alrededor. “Imposible” por no-humano, por ferozmente anti-humano y ahora, tras escuchar al doctor Piñuel, me queda claro por qué escogí en su momento dicho adjetivo para calificar nuestro tiempo. Entonces fue algo intuitivo; hoy he encontrado su explicación racional, y es algo espeluznante desde luego.
La Humanidad* es, por tanto, una humanidad en estado de hipótesis, una humanidad en suspenso, una humanidad a la que uno se acerca sabiendo que se adentra en territorio desconocido, en una selva oscura de la que no sabe si saldrá con vida. Una selva poblada de auténticos demonios, pues el doctor dijo otra cosa inquietante, a saber: que el psicópata no sólo nace sino que también se hace. Explicó al respecto que una persona humana normal puede convertirse en un psicópata si para conseguir sus objetivos se despoja de su condición humana anterior, destruyendo en el proceso su ser, entregado ya a ese objetivo demónico que, en líneas generales, tiene que ver con el poder en todas sus manifestaciones. Habló aquí sobre otro concepto fundamental a mi juicio, el de “psicopatización social” por el que una sociedad, en un momento determinado, puede entrar en una espiral degradante que favorece el surgimiento en mayor número de individuos que podemos definir como psicópatas.
Estimados deplorables: creo que no es necesario recordar qué es lo que vivimos desde 2020 para ver cómo encaja esta explicación con todo lo vivido desde entonces. A la luz de lo analizado por el doctor Piñuel todo se percibe con mejor claridad al tiempo que un escalofrío recorre nuestra espina dorsal pues alcanzamos a vislumbrar qué es lo que está sucediendo, cómo estamos adentrándonos en una espiral descendente, cada vez más bárbara, salvaje, cruel y carente de conciencia. El reino inmundo y maligno de la Psicopatía se despliega ante nuestros ojos, llenos de terror y espanto pues esa humanidad* adquiere una fuerza y un protagonismo que supone una amenaza directa para la supervivencia de la Humanidad, hecho que algunos venimos denunciando desde el inicio de este pavoroso experimento disfrazado bajo el nombre de un virus que está corrompiendo a tantos y tantos en derredor nuestro, despojados de todo remordimiento y empatía. Vemos crecer en número a los psicópatas y verles crecerse desde sus atalayas de poder, pontificando sobre qué es -según su retorcida y ausente humanidad- la vida y la muerte, lo apropiado y lo que no, señalando al “buen ciudadano” y al peligroso “negacionista”. Humanos con asterisco están sentando, ahora mismo, las bases de lo que es humano. ¿Entendemos el peligro existencial que esto supone?
Por ello nos etiquetan como “deplorables” o “negacionistas”: necesitan despojarnos de nuestra condición humana para proseguir su pérfida labor de aniquilación del espíritu del hombre, cosa para la que ellos están plenamente capacitados. Sólo un psicópata puede destruir lo humano sin que le ocasione el menor problema.
En esta guerra entre el Bien y el Mal debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para que el “asterisco” sea borrado definitivamente y la Humanidad vuelva a ser una certeza indiscutible, una palabra que seguirá existiendo con toda su belleza y su verdad.
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