Ciertos países no eran para viejos. Nuestro Régimen, ciertamente, no es para deplorables.
Más aún, es un Régimen pensado, de forma ya explícita a día de hoy, contra los deplorables. Pienso en España y su “Constitución” de 1978 pero a nivel planetario podemos calificarlo -lo han calificado así Nuestros Señores- como el “Orden Liberal”. En definitiva, un sistema cuyo fin último es someter a las masas, toda vez que el Pueblo ha sido destruido hasta la raíz. Porque, queridos lectores, entendamos que sin la aniquilación del Pueblo, devenido en masa atomizada (lo cual no es un oxímoron sino una tautología perversa), no es posible implantar un Régimen tiránico y distópico como el que se está construyendo delante de nuestras mismas narices.
Esta pasada semana ha habido en España mucho rasgar de vestiduras por las reformas que el ínclito Sánchez piensa llevar a cabo para tomar (lo que queda) del poder judicial. Como dejé escrito en un tuit “así como a la noche sucede el amanecer, de tal forma a la Constitución del 78 le sucede la despenalización de la malversación. Es un ciclo natural. Naturalísimo”. Y donde pone “despenalización de la malversación” pueden añadir ustedes lo que quieran: sedición, Tribunal Constitucional y cualquier otra bagatela. Pues se trata de bagatelas, de minucias, de pequeñeces. Lo que importa es ver el todo, y el todo es el Régimen, pensado y diseñado para que el Poder se conforme como mejor le plazca. Subyace en todo este andamiaje el fundamento clave que, obviamente, es pasado por alto por la inmensa mayoría de analistas, a saber: el desprecio profundo, el desprecio profundo por los desdentados y deplorables. Por usted y por mí, estimado lector.
El Poder se autorregula mediante la llamada “constitución” sin haber tenido nunca en cuenta al Pueblo dado que éste fue previamente anulado de cualquier ecuación. Y no vayamos a creer que el Poder sean los “políticos” o los “partidos”: éstos actúan como meros testaferros del Régimen y, en el caso de una nación como España cuya soberanía ha sido arrasada con particular ensañamiento, el Régimen opera, casi siempre, desde el extranjero. Nuestros Señores no son, en puridad de la expresión, “nuestros”. Este hecho, de importancia capital, explica la deriva aparentemente irracional del país en los últimos cincuenta años.
Así pues, estos últimos días asistimos a mucho llanto y crujir de dientes y, por regla general, muy pocos entienden o quieren entender lo que acabo de explicar en los párrafos anteriores. Se produce, también, un rechazo a leer la realidad porque la imagen que nos devuelve el espejo es terrible: vivimos en un sistema que desdeña -y mucho más- al grueso de la población. Es una verdad difícil de digerir para aquellos que, no entiendo bien cómo, han llegado a fines de 2022 creyendo realmente que vivimos en una democracia o un “estado de derecho”. El ciclo en el que ahora nos hallamos comenzó en 1989 pero desde marzo de 2020 ya no cabe duda de que el Régimen actúa contra nosotros, deplorables del mundo. No haber querido aceptar este axioma nos ha llevado, como sociedad, a un callejón sin salida político poblado de fantasmas y vacías proclamas. “¡Sánchez quiere imponer una dictadura!, ¿Dónde está Europa?”.
Difícilmente se puede estar más ciego. Los que, como nosotros, venimos denunciando el desastre hemos sido calificados de “populistas” y, en ese grito acusador, se encerraba la verdad de todo. Sí, somos populistas porque sabemos qué significa la palabra Pueblo en el esplendor de su mayúscula y por saberlo asistíamos, consternados, a su demolición programada por parte de esos Señores que levantaban meñiques en cada ocasión en que alguno de nuestros valientes señalaba la operación en marcha.
Sin Pueblo no hay Nación y sin Nación no hay Foro ni Polis y, por tanto, no hay nada. Un vacío que nuestro Régimen del 78 puede llenar con lo que le plazca, y lo que le place es la sumisión y control absoluto de la masa atomizada, en un primer momento, para luego implantar su progresiva desaparición. Dije antes que había mucho más que desdén en su posición hacia nosotros: hay una larvada guerra existencial que busca nuestro exterminio por diversas vías, la sanitaria, la eutanasia, el aborto. El hartazgo.
Nos quieren hartos de la vida, nos quieren derrotados al punto de no tener ya ganas de nada.
Justo antes de la pastillita final un último porro, una última partida de videojuego y luego, adiós.
No es Régimen para deplorables. No
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