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“Sin Mercado no hay deplorables”




¿Tenemos que sorprendernos en 2023 por el derrumbe bancario?, ¿en serio?, ¿después de 2008?


Por favor, señoras y señores, por favor. No podemos permitirnos tal grado de inconsciencia e ignorancia, mis queridos desdentados y deplorables, pues nos va la vida (y nuestro magro bolsillo) en ello.


Desde hace ya más de tres décadas vivimos en un Nuevo Mundo del que deberíamos ser plenamente conscientes para entender todo lo que sucede a nuestro alrededor. A partir de 2020 no tenemos excusa para no afrontar esta realidad. Aquí la ceguera significa nuestra muerte, civil primero, física después. Si creen que exagero, Nuestros Señores ya han ganado.


Hagamos historia, por tanto, ya que así las piezas de este endemoniado puzzle -de este “mundo imposible” de entender si no sabemos leerlo primero- cobrarán pleno (y siniestro) sentido.


El viejo mundo -el “mundo de ayer”, en palabras del gran Stefan Zweig- llegó a su fin en el bienio comprendido entre el 9 de noviembre de 1989 y el 25 de diciembre de 1991, entre la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. Entonces no lo sabíamos, pero en ese tiempo no sólo cayó el bloque soviético. Lo hizo también el Capitalismo de Mercado con vocación productiva y social. En 1991 el modelo que podemos llamar “renano” cayó o, mejor, siguiendo la estela del historiador francés André Piganiol respecto al Imperio romano, fue “asesinado”.


En 1991 todos nosotros, los capitalistas y los comunistas, entrábamos en un nuevo ciclo histórico. Y a la postre, éste iba a resultar catastrófico para todos, en especial para la masa ingente de desdentados y deplorables, que pasaban de ser ciudadanos -por mermada que fuera su situación- a proscritos del nuevo Sistema.


Dije hace un momento que el Capitalismo de Mercado fue asesinado y así lo sostengo firmemente, en vista de lo sucedido desde entonces. Cuando cayó el bloque soviético Nuestros Señores, que siempre habían estado ahí -no caeremos en la ingenuidad de creer que antes era criaturas bondadosas- vieron la ocasión perfecta para recuperar un control absoluto del poder que, a regañadientes y por miedo al comunismo, habían cedido en parte al conjunto de la sociedad, dando como resultado el período de mayor prosperidad que haya conocido Europa y que fue bautizado como los “Treinta Gloriosos”; por resumir, la segunda mitad del siglo XX.


Había llegado Su hora, la hora de demoler el edificio construido sobre las ruinas de 1945 y que, en su mente-Excel, suponía un despilfarro de dinero inaceptable. No querían seguir con ese modelo y en su destrucción se emplearon a fondo. Así pues, en los años noventa comienza lo que se ha llamado “globalización” que, sabiendo lo que sabemos ahora, no fue más que la primera fase de su diabólico plan. Ésta consistió, básicamente, en deslocalizar la producción de Europa y el “Occidente” hacia Asia.


El primer explosivo había sido colocado: la Producción -en mayúsculas- ya no volvería a Europa y, a largo plazo, sería erradicada. En mayúsculas, queridos lectores, porque sería una producción desdentada, una producción pensada para las masas. Una producción que tenía en cuenta al conjunto del Mercado y sus consumidores, desde aquéllos de rentas más altas a los que disponían de menor poder adquisitivo.


La segunda fase de esta voladura controlada se llevó a cabo con la Gran Recesión de 2008 que, bajo mi criterio, se convertirá en la fecha simbólica de la caída del Mundo Capitalista. Los historiadores del futuro -si existen ambos conceptos- otorgarán a 2008 el mismo estatus que al año 476. Será “nuestro” particular 476 y el fin de Roma. Sostengo esto porque la crisis de 2008 marca el punto de no retorno en la destrucción del Viejo Mundo productivo y realista en el que existía todavía una medida antropológicamente humana de la economía y de la sociedad. Esta crisis destruyó definitivamente el Producto, simbolizado en el mercado inmobiliario, que ya veía siendo presa de la feroz especulación financiera, marca distintiva del Nuevo Capitalismo que se abría paso desde 1989.


El tercer explosivo se detona en 2020, de la mano de un extraño virus, y su onda expansiva continua mientras escribo estas líneas en 2023 y lo seguirá haciendo por muchos años todavía. En esta tercera -y decisiva- fase del plan el objetivo, una vez destruidos la Producción y el Producto, es directamente el Consumidor. Somos usted y yo, deplorable que está al otro lado de la página. ¿Qué sentido tiene mantener un número enorme de consumidores si se destruye la producción y lo producido? Se genera una distorsión enorme al Sistema ya que los recursos -lo producido- no puede sostener a esa masa, que lo único que hace es molestar y generar una tensión insoportable. Para Ellos, por supuesto. Entenderemos mejor la eclosión interesada de la Nueva Religión Cívica bautizada como “Ecologismo”: una religión que necesita muy pocos acólitos, sin duda. Su mandamiento será el de: “decreced y extinguíos”. La presente destrucción del sistema bancario -ahora sí, no como en 2008- es otra vuelta de tuerca para ahogar, vía económica, a los desdentados de este mundo en verdad imposible para nosotros.


El Nuevo Capitalismo es en realidad mera Especulación financiero-robótica, antropológicamente antihumano y basado en un sueño nebuloso programado mediante algoritmos y digitalización. Por usar el término que acuñó Bauman, este nuevo sistema es líquido, es híbrido, es contrario a lo sólido, a lo material y a lo tangible. Se mueve en una esfera – en la Nube- muy por encima de nuestro plano carnal y por tanto mortal. ¿Vamos captando que en esa cosmovisión todos los deplorables y desdentados no somos bienvenidos?


Sin producción ni producto el Mercado deja de tener razón de ser. Sin Mercado, sin la fisicidad que éste representa, ya no hay deplorables porque hemos entrado, de la mano de Nuestros Señores, en otra dimensión ya metafísica que condena la realidad antaño conocida como ser humano.


Ésta es la batalla en la que nos hallamos, la mayor que vieran los siglos, y a ella debemos presentarnos si queremos que el mundo siga siendo posible.


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