
En la misma víspera de Navidad, queridos lectores deplorables, voy a escribir la crónica de un mundo posible.
El subtítulo de este blog reza “crónicas de un mundo imposible” pues pretende narrar la idiocia, barbarie e irracionalidad que dominan nuestra época actual que, de tan desnortada, diríase se ha vuelto imposible, imposible de creer para quien, como nosotros, no ha perdido el juicio ni el sentido común.
Hoy, mientras me sentaba frente al ordenador para escribir la crónica de esta semana y pensaba sobre qué hacerlo, me percaté de que en estas fechas entrañables es cuando mejor entendemos la importancia de las cosas importantes, redundancia buscada adrede. La importancia de las cosas importantes que hacían del mundo un lugar posible, esto es habitable y humano, hecho a la medida del hombre. Algunos de ustedes dirán que este argumento es simple, simplón incluso y no les faltarán razones pero les recuerdo que vivimos en una Edad donde Perogrullo – y sus verdades- han sido lanzados sin contemplaciones al vertedero de la historia y por ello es más necesario que nunca insistir en lo evidente ya que lo evidente ha sido cegado por el discurso oficial que Nuestros Señores sufragan con tanta alegría (en gran medida con el dinero de nuestros bolsillos, por cierto).
El Adviento es el tiempo de la espera y, con ésta, de la reflexión pausada sobre la vida. Ante el Misterio que estamos a punto de celebrar, bajo la luz de la Estrella en una noche fría y oscura, la vida del hombre se nos aparece en su dimensión profunda y verdadera. La dignidad y sacralidad de la vida del hombre se encuentran en la base del Mundo Posible. Ésta sería su primera ley, si la queremos llamar así. El ser humano es único, una creatura única y maravillosa que da sentido y significado a la Creación y quien desee arrebatarle eso se posiciona claramente en contra nuestra.
En este Mundo Posible no se ensalza, pues, la Cultura de la Muerte que bajo ese monstruo bifronte del Aborto y la Eutanasia amenaza con devorar nuestro presente y nuestro futuro hasta hacer de los seres humanos vulgar mercancía que se deshecha cuando no conviene. Antes de que la situación se tornara imposible defender a ese monstruo estaba muy mal visto y había una gran resistencia, no sólo cultural o religiosa, sino también antropológica pues nuestros ancestros entendían, con ese entendimiento preclaro que otorga la razón natural, que debíamos respetar la vida de los más débiles e indefensos de nuestra sociedad y, en caso de no hacerlo, nos veríamos arrastrados a un envilecimiento sin límite.
“Sin límite”: he ahí otro de los supuestos del viejo Mundo Posible. Entonces nos dábamos límites, tanto en lo personal como en lo colectivo pues sabíamos -de esa manera espontánea que acabo de mencionar- que el ser humano es un ser limitado y que la existencia, por tanto, se ve también cercada, delimitada. Dibujar líneas en el suelo es algo muy útil para aprehender el mundo que nos rodea y ser conscientes de que un deseo ilimitado es una llamada a la parte salvaje e irracional de nosotros mismos. Puedo imaginar que esta Ley del Mundo Posible sea de difícil digestión para muchos hoy en día, educados en la creencia de que “ponerse límites” es algo muy negativo, casi como una amputación de nuestras aspiraciones más hondas. Sin embargo, si nos detenemos un instante y observamos en derredor, ¿no sufrimos en nuestro día a día las consecuencias de vivir en un mundo que no quiere ni sabe decir “basta”, “es suficiente” o “hasta aquí hemos llegado”? Piénsenlo bien, queridos deplorables.
La locura generista, ecologista y transhumanista son derivadas terribles de esa falta de límites apenas descrita. En última instancia son la disolución misma del Hombre en un Algo Imposible que refuta la misma esencia humana. Si el ser humano carece de sexo, es un virus para la Naturaleza y su mayor logro es hibridarse con la Máquina, ¿dónde queda el ser humano? Ya no existe. Es un Mundo Imposible porque hace del Hombre un Imposible. Estas líneas vienen muy cargadas de reflexión metafísica pero ya dijimos antes que el Adviento es tiempo propicio para las altas cuestiones del Ser.
En el Mundo Posible era factible ser Hombre, cosa que a día de hoy, inmersos en una Imposibilidad existencial cada vez más fuerte se nos antoja muy difícil. Mas quiero terminar esta Crónica con una nota de Esperanza pues este domingo la Luz triunfa de nuevo sobre la Tiniebla y la Verdad se hace posible en este mundo nuestro.
¡Feliz Navidad, estimados desdentados y deplorables!
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